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104 es una cosa propia del religioso, y su adquisición depende en gran parte de la celeridad con que se an- da por conseguirla. ¡Oh, y cómo nos avergonzarán el día del juicio muchos que fueron por el camino lar- go, y llegaron á la perfección antes que nosotros, que vamos por el camino corto. ¿Qué camino más corto para llegar á la unión con Dios que el de la yida contemplativa? ¿Qué medios más apropósitos para hacernos santos ee la oración continua, el silencio no interrumpido, la abstracción del mundo, la soledad venturosa y la ausencia de peligros con que se vive en clausura? Y por el contrario, ¿qué camino más largo para llegar á Dios que el de la vida activa? ¿Qué obstácu- los mayores para la santidad que estar todo el día asistiendo á enfermos fastidiosos, cuidando de pobres viejos, tan pobres como ingratos, educando niños revoltosos y mal criados, bregando con locos demen- tes todo el santo día, en medio del mundo, lejos de la soledad y cercado de peligros por todas partes? Pues sin embargo, veo en medio del siglo muchas religio- sas, superando todos esos obstáculos, corriendo por el camino dela santidad y llegandoá la unión con Dios; y veo también monjas claustrales libres de esos impedimentos, y no vuelan, ni corren, ni andan de prisa por la senda de la perfección, sino á paso de tortuga, y más despacio también. ¡Ay que dolor! ¿Cuándo nos desengañaremos de que nuestro adelan- to depende, más que de la longitud del camino, de la velocidad con que corramos? En tren rápido ú expreso se llega pronto de aquí á París; en el correo se hecha más tiempo; en el mixto algunos días; en mercancía se necesitan semanas; en coche, meses; á ie, años; y cojeando, toda la vida, y quizás no se sa Y Midyierte que la clase en que se viaja no aumenta ni disminuye la velocidad. El que va en primera, si va en el mixto, llegará mucho después que los que van en el expreso, aunque vayan en

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