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99 mentalismo y poca realidad. Esto me obliga 4 dedicar la presente carta á este asunto para que, diiándo tra- tes de 8l, sepas cómo expresarte. En filosofía se entiende por perfección todo lo que da complemento á un sér, es decir, todo aquello que lo completa y eleva al grado de excelencia bondad que debe tener según su clase, sin exceder lós límites de ella; y por esto se llama perfecta una cosa, á la cual nada le falta, ni le sobra. La perfección puede considerarse de mil maneras y desde puntos de vista muy varios, porque cada cosa tiene en el mundo su perfección especial, perfección que puede ser absoluta O.relativa, sustancial ó accidental, física 6 moral, na- tural ó sobrenatural, y claro está que esta última es la perfección propia del religioso, y de la que nos- otros hemos de tratar. Hay, sin embargo, una perfección genérica que es común á todas las Ordenes religiosas, porque en todas ellas se hacen los mismos votos y se practican igual- mente los consejos evangélicos de obediencia, pobreza y castidad. Hay otra perfección religiosa propia y especial de cada orden ó instituto, la cual está rela- cionada con el objeto ó fin principal del mismo; pues sabido es que la regla de cada instituto da la prefe- rencia entre todos los consejos evangélicos á aquel en cuya práctica quiere que sobresalgan y resplandez- can los que la abracen. Hay por último otra perfec- ción religiosa individual y propia de cada uno, la cual es mayor ó menor, segun sea la cooperación del religioso á la gracia divina, en la cual radica nuestra perfección individual. Esta perfección es la que más nos importa, porque blla es la que da á cada religioso su mérito personal, la que lo eleva y realza en el orden sobrenatural, y la que lo hace verdaderamente perfecto. Al tratar este asunto debemos tener presente, que una cosa es la perfección personal en sí misma y otra muy distin- ta el estado de perfección que haya abrazado una

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