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PRÓLOGO Contigo va esto, lector piadoso; y si no fueres piadoso, sino impío y descreído, agradéceme la cortesía, y siquiera en aten- ción á ell 1escúchame dos pal vbras que decirte quiero. En É estos tiempos de libertad ó libe rtinaje de imprenta, los lecto- res de libros religiosos pueden clasificarse en tres grupos: 1.2 el de los devotos buscan en la lectura el aprovecha- miento espiritual, propio ó ajeno: 2.2 el de los curiosos que por entretenerse y matar el tiempo leen lo primero que á sus manos llega: y 3. el de los impíos, ó los mordaces que buscan en la lectura algo que criticar, ó algo con que defender sus erro- res y cohonestar sus vicios. Los primeros se parecen á la abeja que v uela solícita de flor en flor, libando la miel y la cera con que enriquece su colmena: los segundos se asemejan á la mariposa, gusano con bellas alas, que lo mismo se posa en el cáliz de la flor que en la hoja del torvisco: y los terce- ros tienen cierto rasgo de semejanza con el escarabajo, ani- mal inmundo que halla sus delicias en la suciedad y la basu- ra. ¿A cuál de estos tres grupos perteneces, lector mío? Si estás en el último.. . buen provecho te haga! y adiós! que no quiero más conversación contigo. Si perteneces al segundo, y eres liviana mariposa en el campo literario, haz de este libro lo que te plazca; léelo, si te gusta; y si no, déjalo; que no hay pena impuesta para el que deje de leerlo. Ni contigo habla, ni para tí se ha escrito, y así me importa un bledo que lo leas ó lo deje que te guste ó te disguste y que te agrade ó desagrado. Pero si no perteneces á esa clase de lectores, sino que bus- cas en este libro tu aprovechamiento espiritual, ya por ser religioso, ya por querer serlo ó ya por tener á tu cargo la

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