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na O E mea e RE al IDA 91 fesó en nuestra Orden un joven llamado en el siglo Pedro Marín, al cual (siguiendo la santa costumbre de la religión) para que nada le quedara del mun- do, se le trocó el nombre de Pedro por el de José, y el apellido de familia Y el del pueblo, llamándose entre nosotros Fr. José de Ayamonte. Pocos días después de haber profesado, asaltóle una recia enfer- medad que le llevó á las puertas de la muerte. Dában- le ciertos ataques que le privaban del uso de los sen- tidos, y en uno de ellos dió muestra de tanto asom- bro y espanto, diciendo al mismo tiempo palabras tan incoherentes y misteriosas, que puso miedo en el ánimo de los que le asistían: volvió del delirio con un sudor frío como el de la muerte, repitiendo entre dientes estas palabras: ¡Bendita profesión! ¡dichosos votos! ¡eso me salya!... El P. Guardián, queera uno de los asistentes, díjole así que se calmó, que dijera por obediencia, sin quitar ni poner, lo que le había pasado; y el obediente hermano dijo que había sido llevado en espíritu al tribunal de Dios, en donde un horrible demonio le acusaba de los pecados de su ju- ventud, acusación de la cual no sabía él defenderse; mas que el Angel de su guarda tomó la defensa por úl, y le contestó así al enemigo: ¡Embustero! ¡mientes como un canalla! Y como el demonio insistiera en que aquellos pecados eran verdad, porque él mismo había tentado y vencido 4 Fr. José, el Angel le repuso: ¡Mientes, bellaco! que Fr. José de Aya- monteno ha hecho tales maldades. Eso lo hizo un tal Pedro Marín, que murió y dejó de existir para el mundo el día que hizo sa profesión y se consagró á Dios con los votos religiosos. Entonces comenzó á existir este Fr. José, al.cual no has podido hacer pe- car, E más que lo has procurado. Y por consiguien- te, Fr. José no tiene que responder de culpas que tenticidad, y únicamente lo aduzco como un símil ó alegoría para explicar mejor el pensamiento.

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