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suerte la profesión religiosa bien hecha es acto tan meritorio, que lleya consigo la remisión de los peca- «los, y deja 'al religioso como si acabara de recibir la palma del ri, De tal manera, que iría al Cielo sin pasar por el Purgatorio, si en aquel instante mu- riera. ¿Ves, amada Margarita, cuánta es la nobleza y «lignidad de nuestro estado? ¿Ves cuántos son sus mé- ritos y excelencias? Siendo, pues, tan excelente nuestro estado, pon- xzámosle nosotros el colmo á tantas excelencias, con- siderándonos como mártires de Cristo, pero mártires cuyo sacrificio es continuado. Y así, cuando sintamos la repugnancia y el tormento que causan á la frágil naturaleza las prácticas de la vida religiosa, hemos «le renovar nuestro sacrificio, exclamando frecuente- mente con el Profeta: Voluntarie sacrificabo tibi. Vo- luntariamente ac epto, ¡oh Señor! este pequeño sacri- ficio, y te loofrezco para gloria y alabanza de tu nom- bre. Si así lo hacemos, se multiplic arán nuestros méritos, y al salir de esta vida miserable, recibire- mos corona de mártires: corona que desea ver sobre tu frente, allá en el Cielo, este tu afectísimo P. Fr. A

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