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Q 7 ron por Esposo y le entregaron sus limpios y virgi- nales corazones. A El solo quisieron imitar todos los justos que, derramando de sus ojos torrentes de lá- grimas, reciben las tribulaciones con gozo, y, carga- dos con lacruz de la penitencia, suben con pie firme el áspero monte de la santidad. Y á El, finalmente, siguen los buenos religiosos que sufren porsu amor el largo y prolongado martirio de su voluntaria crucifixión. Quizás no se habrá reparado bastante que nuestra profesión es un verdadero martirio con todos sus méritos y propiedades; y ese martirio habla muy al- to en pro de la vida religiosa, y es una de las gran- des excelencias de nuestro estado. Es tan alto, tan su- blime y tan heróico el entregarse y consagrarse uno del todo á Dios con los votos religiosos, que á esa obra la comparan los Santos Padres con el martirio, y le dan ese glorioso nombré. «Nosólo se reputa por martirio(dice San Jerónimo, eseribiéndole á Santa Paula) el derramamiento y efusión de sangre, sino que también es un martirio la consagración perfecta de un alma á Dios; ésta teje su corona de lirios y blancas azucenas, y la otra de violetas y de rosas plirpurinas.» Y ciertamente, que si loque da sér y mérito al martirio es el acto heróico de caridad, con queel hombre da una vez su vida por el amor de Dios, no se puede negar que el sacrificio de la profe- sión, con las múltiples renuncias que le acompañan, suponen también, no sólo un acto de caridad gene- rosísimo y heróico, sino muchísimos actos, que bien pueden igualar y aun superar al mérito y valor del verdadero martirio, por muchas y poderosas razo- nes. La primera es, porque el martirio de sangre suele ser pasajero y á veces momentáneo; de tal modo, que un solo esfuerzo de voluntad basta á yeces para con- seguir la palma y la corona de mártir; pero el sacrifi- cio de los votos es siempre duradero, es un martirio 7
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