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EN UN CUERPO HERMOSO So 1 Í ra estaba transformada. Ya no era la flór cándida y be- lla, sino la flor mustia, manoseada y marchita; no. le faltaba todavia ninguna hoja, pero ya había perdido su frescura, su aroma, su bellez t, ¿por qué no decirlo? su inocencia. Ella misma notaba en su corazón asombra- do, un vacío inmenso, el vacío de la gracia; veía en su alma una mancha fea, la mancha del pecado, y sentía en su interior un impulso horrible que ponía en su boca el lenguaje del infierno. Desde entonces Flora abandonó sus devociones, de- jó de frecuentar la iglesia, se entregó á las vanidades, vistió profanamente y con lujo desmedido, se dió 4 di- versiones peligrosas y á querer meter mucho ruido, mucho ruido, para ahogar la infeliz, si le fuera posible, los gritos de su conciencia y los remordimientos de su corazón. ¡Vano afán! Se engalanaba con toda clase de adornos y profanos atavíos; pero las galas jamás pudie- ron ocultar á sus propios ojos la fealdad de su alma. ¡Pobre Flora! era un sepulcro blanqueado, una manzana de bellos colores, llena por dentro de gusanos; un alma fea, feísima, horrible, en un cuerpo hermoso, pero her- moso en apariencia, sólo en apariencia! Cuando estaba sola y recordaba los días de su in- fancia, padecía un martirio terrible con los reproches de su conciencia y las redarguciones de'su corazón. Una noche que se acostó, con tan tristes pensamientos, quedóse dormida y soñó; su sueño fué un aviso del Cie- lo. Veía un jardín cubierto de tiernas plantas todas car- gadas de hermosas flores; fuera de él, debajo de un ár- bol estéril;dormía su perezoso dueño, sin cuidarse de re- gar las flores; éstas poco á poco se fueron marchitando

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