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84 UN ALMA FEA ' 1 pa A » ) lante del vals de o lla debía bailar con el señorito N., que ya la había invitado. Flora en un principio disfrutaba mucho corriendo par aquel salón inmenso, porque al pasar, los caballeros la llenaban de flores y requiebros. ¡Disfrutaba mucho, pero mucho! bailando al compás dela orquesta que marcaba rapidísimos compases, hasta que ai fin se sin- tió fatigada y quiso detenerse; pero su pareja la estre- chaba con mano fuerte como tornillo de hierro, y la llevaba por aquel salón corriendo, corriendo, sin dejarla apenas tocar con los pies en el suelo. Parecía una pa- loma caida en las garras de un gavilán; una oropéndola que, seducida por el mágico encanto de escamosa ser- piente, vuela de rama en rama, hasta que falta de aliento se entrega al arbitrio del venenoso aspid que la envuelve entre sus horribles anillos y" le da la muerte. Bueno será omitir detalles, ocultar pormenores, en- cubrir intenciones aviesas, y pasar por alto los íntimos pensamientos que se reflejaron en las miradas de Flora. Baste saber que volvió del baile transformada. Un sen- ! derado de su corazón: sentía una cosa parecida al ma- timiento vago, descontentadizo, insaciable, se había apo- lestar de un enfermo calenturiento, ó al frenesí de un delirante: una melancolía infernal se deslizaba por el fondo de su alma, como se desliza: una culebra entre plantas venenosas; pensamientos desconocidos vagaban por su mente; sombras oscuras, á veces seductoras, á veces horribles, revoloteaban por su exaltada fantasía; , un imán secreto la arrastraba poderosamente hacia un abismo que había descubierto dentro de sí misma. Flo-
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