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EN UN CUERPO HERMOSO 83 olvidando á Flora los consejos de su padre espiritual, y empezó á tomar parte en las fiestas del mundo. Yaá los 13 años salía de su casa como sale la abeja, zumbando de su colmena, ansi sa de posarse en una flor y libar la miel de su cáliz, volar de allí 4 otra y así pa- sar la vida, saltando de flor en Hor, y gozando lo que la niña dió en llamar inocentes placeres de la juventud. Ella dejaba volar su exaltada fantasía, que se remonta- ba como el águila en el desierto, describiendo círculos imaginarios en horizontes más imaginarios todavía. Se veía hecha el ídolo de sus padres y la reina de un mun- do de ilusiones que su cabeza había forgado. Por su- puesto, que ella pensaba disfrutar de todos los place- res, hasta del baile sin ofender á Dios, sin disgustar 4 sus padres, sin manchar su inocencia, sin afear su alma, porque todavía miraba con horror aquello de un alma fea en un cuerpo hermoso. Así pensaba la niña, ni más ni menos que como pensaría la simple mariposa que va á divertirse alrededor de la llama, que al fin chamusca sus alas y la convierte en asqueroso gusano ó en fétida ceniza. Sin embargo, Flora crefa que sus cálculos estaban probados por la experiencia: dos veces había asistido al de é , baile, sin bailar ninguna, sin que ella se diera cuenta de que el corazón y los ojos de muchos que la miraban, arrojaban llamaradas de impuro fuego sin que ese fue- go hubiera quemado las alas de la atolondrada maripo- 1 sa. ¡Pobre niña! no sabía que tanto va el cantarito 4 la fuente hasta que al fin se rompe; y por eso se apartó del espejo donde la hallamos, para presentarse en el sa- lón de la señora Z. Diez minutos después, el piano pre-

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