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J LA COMUNION volvió unas cartas que conservaba como si fueran reli- quias, y dió 4 Conchita una que trataba de la utilidad y excelencias de la Comunión espiritual. La instrucción termin: 1ba con esta fe rvorosa e x! 10rt: 1Ción: «Procura, pues, hermanita mía, amar mucho al Sa- grado Corazón de Jesús; que te coja el sueño pensande en Jesús; que al despertar sea Jesústu primer pensamien- to; quesean para Jesús todos los suspiros de tu pecho; en fin, que tu vida sea una vida de amor, para que tu muerte sea un deliquio de amor divino.» Estas últimas palabras de la carta las había grabade Rosalía en su corazón de tal manera, que todas las no- ches s= acostaba deseando amanecer en el cielo. Jesu- cristo accedió á sus deseos: y una hermosa mañana de verano, cuando la aurora empezó á blanquear el hori- zonte, mandó al ángel de Rosalía que cortara aquella flor y la llevara al Paraiso para perfumarlo con el aro- ma de su inocencia. El ángel obedeció: se acercó 4 la joven á tiempo que ésta, abriendo sus ojos á la" luz del día, los fijaba en una imágen de Nuestra y ñora de Lourdes que tenía á su cabecera, y le rezaba el Ave María, á cuya oración convidaban las campanas y la torre vecina con su ale- gre clamoreo. Al Angelus siguió una plegaria, y á la ple- garia una comunión esniritia! revoarnad E l , e ' . Ay PS E rosa. El ángel creyó que era el momento oportuno; sopló suavemente sobre el corazón de Rosalía, y encendió en él la llama desmayadora de amor divino. Ella sintió que su espíritu se levantaba con ímpetu inusitado, y ensó que iba á darle un desmayo, un delic uio, un éx- ! 1 )
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