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DEL SACRAMENTO 71 un camino cubierto de alfombras y sembrado de flores, á reposar por última vez sobre este corazón que sólo por El palpita y Vive. Los deseos de la amante de la Eucaristía fueron cumplidos. Aquella misma tarde un coro de jóvenns piadosas alfombraban con ricas telas el pavimento della casa, cubriéndolo de flores y regándolo c n lágrimas de ternura que brotaban de sus ojos; y el Dios tres veces Santo penetraba pocos minutos después en la morada de su fiel sierva. Cuando Trini... y 16 que se acercaba á su lecho, se extremeció de gozo, y hubo que detenerla para que no se precipitara de él cayendo de rodillas ante el augusto Sacramento. Recibiólo con piedad de ángel y con ardor de serafines, quedando poco di spués en dulcísimo deli- quio, con los brazos cruzados sobre el pecho, cual si es- trechara entre ell d Di le amor. El sacerdote recitaba al mismo tiempo una plegaria tan dulce como el arrullo de una madre cuando acaricia en su seno á.su hijo pequeñito; y al reflejo d+ la Juz que despedían los cirios benditos, se vió palidecer aquella frente, tan hermosa como la esperanza. Una sonrisa, apacible como el ambiente del paraiso y sombría como la majestad de la muerte, cruzó por sus labios.' Estos se abrieron como para imp: un beso en un objeto muy k querido; y en aquel ósculo divino el alma se escapó del cuerpo y voló al Cielo, como vuela radiante de alegría el aye prisionera al ver abierta la puerta de la dorada jaula que de cárcel le servía. Uno de sus brazos pendía lánguidamente del fúne- bre lecho, y el otro doblado sobre el pecho, sujetaba ) Í J

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