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70 LA ENAMORADA día encontraron á la fervorosa novicia desmavada al pie de los altares. Los médicos dijeron que si no muda- ba de aires, era inevitable su muerte, y la ( omunidad tuvo que hacer el sacrificio más doloroso, permitiendo que aquella santa hermana saliera temporalmente de su seno. ¿Y quién podrá decir el desconsuelo de Trini... cuan- do le comunicaron la determinación de los facultativos? Rogó, suspiró, lloró y pidió mil veces de rodillas que la dejaran morir en un rincón del sagrado claustro, an- tes que salir al mundo que para siempre abandonó; pe- ro fué preciso obedecer y tornar á la morada paterna. ¡Pobre flor trasplantanda del jardín del claustro al de- sierto del siglo! Esta última prueba de la bondad divina casi puso TE términoá la existencia de Trini... pues apenas llegó 4 su casa, conoció que de ella no saldría. Preparóse para , ] Í | 4 á d morir con la resignación del justo yla alegría de un santo; y cuando sintió un día que sus fuerzas le abando- l E IN , a sa naban, llamó á su madre y con voz moribunda le habló así: Mamá querida, dentro de poco dejaré de existir, y sólo viviré en el Cielo y en la memoria de Vd. Un fa- pr vor voy á pedirle, quizá el último que Vd. podrá con- cederme; y esque me traigan cuanto antes al Amado mi alma, al Dios de las misericordias que se dá por viáti- co á los que parten de este mundo para el otro. —Mujer, ¿y había yo de negarte esto? — No es eso, mamá; lo que quiero es que esta sala, donde voy á recibirlo por última vez, sé adorne como si fuera un templo; que se derramen perfumes por toda ella, y que desde la puerta, hasta aquí, venga Jesús por
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