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DEL SACRAMENTO 69 Pero alimentada diariamente con el pan de los fuer- tes, cuando le faltó aquel manjar de vida, comenzó á desfallecer, perdió su habitual alegría, cubrióselede luto el alma, se agrayaron sus males, la palidez se apoderó de su rostro, y el abatimiento de su corazón. Como la flor criada junto á las corrientes de las aguas languide- ce, se pone mustia, y se marchita cuando se seca el arro- yo de donde tomaba su frescura y lozanía, así iba lan- guideciendo Trini... con la falta del celestial alimento que formaba las delicias de su alma. Entonces más que nunca solía regar su lecho con dulces lágrimas, y abandonándolo en medio de la no- che, iba á prosternarse delante del sagrario que ence- rraba el objeto de su amor, el imán que irresistiblemen- tela atraía. Y con tiernos sollozos, que imitaban al arrullo de la tórtola en lo interior de las selvas, gemía delante de su Amado, derramando en su presencia los afectos más tiernos del alma. «¿En dónde están, Señor, aquellos días venturosos en que gustaba á tu mesa las delicias del pan angélico y delvino que engendra vírgenes? ¿Que se hicieron aquellos momentos felices en que yo sentía palpitar tu corazón de fuego dentro del mío, tibio y helado? ¿Por qué me veo privada ahora del único consuelo que en el mundo tenía? Esta privación tan triste á que me veo reducida, sólo sirye para aumentar mi amor y hacerme merir de pena. ¡Ay, amor mío! abreyia tú los días de mi peregrinación sobre la tierra.» Entretanto se iba consumiendo y apagando aquella preciosa vida, con el continuo ardor de una tristeza san- ta, y sus fuerzas se extinguieron de tal modo, que un

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