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66 LA ENAMORADA Cielo, y en esos sueños la visitaba el Hijo de la Virgen envuelto en un velo trasparente y misterioso. Una noche la dijo: « Apártate del mundo, hija mía yo te daré á gustar los frutos del árbol de la vida: véncete á tí misma y te daré á gustar el maná escondi- do, que sólo gustan las almas vencedoras de sus tres mortales enemigos, mundo, demonio y carne. Trini... sintió el alma inundada de júbilo santo, y desde entonces comenzó á sentir hastío de las cosas de la tierra, y deseos de las del Cielo. Nunca recordaba aquel sueño venturoso, sin sentir en su alma un ansia indecible y un deseo insaciable de recibir 4 Jesús Sacra- mentado. Su primera comunión fué un éxtasis de amor divi- no, semejante á los de Teresa de Jesús 6 Catalina de Se- na; y en él percibió la voz del Amado de su alma que le decía como á la Esposa de los Cantares: «Levántate, amiga mía, paloma mía, amada mía; ven del Líbano del mundo á la mansión de mis escogidas, y allí serás co- ronada con diadema de gracia.» Pronto conoció ella los peligros que la vida del si- glo le ofrecía, peligros que al mismo tiempo eran impe- dimentos para la comunión frecuente; y persuadida de que las dulzuras del maná escondido que Cristo le pro- metió, no podía gustarlas en medio del mundo, se re- solvió á dejarlo, para'obtener la dicha de comulgar con mayor frecuencia. Escogió para su morada un convento, cuyas religio- sas pasan el día entero ante la presencia de Jesús Sacra- mentado, relevándose unas á otras en ese oficio de án- geles; y cuando llegó 4la morada de paz que había

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