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Pr 62 EL LEON CONVERTIDO de la gracia. Sostenía interiormente una lucha terrible que le hacía la vida insoportable; experimentaba en su corazón un vacío insondabie, y en su alma una angus- tia martirizante, sin saber de donde venía. ¿Qué tengo? infeliz; y de Dios mío, ¿qué t "ngo? se decía á y repente miraba á su hija como si quisiera pedirla expli- caciones Ó confiarla elsecreto de lo que sentía en su pecho. Ñ h Aquel hombre estabá ofuscado con la conciencia vi- vísima de lo que sentía en su corazón; quería indignarse y no podía: quería llorar y nose hallaba con valor pa- ra pedir consuelo á las lágrimas, que son casi siempre un lenitivo para las heridas del alma. Llegó la hora de comer: Cecilio se sentó á la mesa desganado y sin saber lo que le pasaba; Rosa se colocó á su lado; tenía mucha hambre, pero el deseo de ver el desenlace que tendría la comida le había quitado el ape- tito. Una tosalgo seca se escapó en aquel momento de su pecho; y la punzada que con el estremecimiento sin- tió en la cintura, trajo á sus labios un ¡ay! doloroso. El padre miró á la hija y le pareció más hermosa que nunca; vió que el dolor y la virtud circundaban su frente con aureola de gloria, y le pareció una flor mar- chita, próxima á deshojarse por la crueldad del jardi- nero que jamás había regado la planta que la producía. Conmovido, acudió la dulzura á sus labios, y aquella fué la primera vez que habló dulcemente al ángel de su casa. —¿Qué tienes, hija mía? —Nada, padre, un poco de opresión en el pecho.

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