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DE UN MASON 33 horrible estaba aquel hombre! Veinte años hace que lo ví, y lo recuerdo como si fuera aver. xl día siguiente envolvía una nube de polvo el con vento y las casas vecinas. La piqueta demoledora de aquellos bárbaros d.l siglo XIX derribaba aquel mag- nífico edificio, objeto de la venganza de un masón. Mas- carita quiso tener el horrible placer de ver desplomarse la la bóveda d. la iglesia, y á la hora señalada apareció en tre los escombros del te mplo, con la frente vendada: Ansioso miraba con el re loj en la mano, para contar los segundos que la inmensa mole emplearía en su caída; y al efectuarse ésta, arrastró tras de sí toda la bóveda del templo que enterró al impío entre sus gigantescas rui- nas. Allí espiró el desgraciado Mascarita. Cuando las monjas supieron esta desgracia, r garon pór el alma de su perseguidor, y cantaron en el coro aquel salmo que comienza así: «Dios de las venganzas es el Señor. .>» ¿Y Elisa y su padre? No puedo dar Paz to á ver. En a n de ellos, porque no los he vuel- juel mismo año de la revolución comen- cé mi vida de peregrino, y salí de mi patria cuando el referido convento estaba á medio derribar. Veinte años después he pasado por allí, y he visto con asombro que la superficie del convento está hecha una plaza solitaria,
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