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DE UN MASON 31 ¿Y Elisa? Apenas se recibió ayer la orden, las novicias mar- charon á sus casas; y sor Eloisa Mascarita dió una patada en el suelo y soltó una blasfemia satánica que no derribó de espaldás 4 la santa religiosa, porque no la entendió: ¡Maldita sea mi suerte! —añadió.—Derribé el nido y se me fué la pájara. ¡Mal rayo la parta! Los coches se pusieron en camino, y pocos minutos después llegaban las religiosas al otro convento. Toda la comunidad con su Priora al frente salió á recibir 4 las pobres desterradas, á la puerta del claustro, donde las esperaban con los brazos abiertos. Las infelices se'arro- jaron á ellos, y allí, sobre aquellos corazones hermanos, dejaron correr libremente las lágrimas del dolor y el llanto de la gratitud. Cuando entró la última, cerróse apresuradamente la puerta del claustro hospitalario, y los conductores que- daron poseídos de un respeto y temorinvoluntario. Den- tro quedaban las lágrimas que Dios bendice, el infortu- nio que Dios consuela, el sufrimiento que Dios premia, la caridad y la religión que ennoblecen al hombre: y fue- ra quedaban la irreligión y el esoísmo que lo envilecen y degradan, la i impiedad que escandaliza, la tiranía que atormenta y la máldad que Dios castiga El castigo del impío Muscarita no. .se hizo esperar. Apenas salieron de su convento las religiosas, asomó la cabeza por el estrecho y NE la vista descubría, y sonrió con la forzada y amarga sonrisa de un condenado. El fué el primero en violar aquel sagra- do recinto, entrando en él apresuradamente. Apenas
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