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LO5 SUEÑOS DE UN PEREGRINO 355 —Bah! Ese es su oficio, y eso es salirse de la cues- tión. Bastantes frailes hay ahora, y cuando la cuestión de Carolinas todo el mundo protestó y se puso en espectativa, pero no hubo siquiera un fraile « esta boca es mía. - - Hombre! aquí te esperaba yo. Precisamente, cuan- do el cañonero lltes plantó en Yap la bandera alemana, ya estaban allí dos frailes agustinos para defender nues tros derechos. Y no debieron de ser cobardes ni prestar flacos servicios, cuando uno de ellos ha sido honrado con la gran cruz de Isabel la Católica. Y por último, ¿de esos que tanto charlaron, y grita- ron, y escribieron, fué alguno á Carolinas? No, por cier- to; y sin embargo, cuarenta capuchinos, cuarenta frailes de esos que ni siquiera dijeron, esta boca es mía, son los que se lanzaron al mar, arrostraron sus peligros, y es- pelg ] tán hoy allí sacrificándose por su Dios y por su patria. Y si la representación de España es allí algo, escúchalo bien, se debe más á los misioneros que á los soldados. Desengáñate, Cuartel, prosiguió el Convento con voz compasiva; desengáñate, tú has perdido mucho con dejar de ser convento, y no has ganado nada con pasar á ser cuartel. España necesita más conventos, y menos cuarteles, porque éstos, al decir de malas lenguas, son focos de inmoralidad, de ignofancia, y de absorción; y aquéllos, por el contrario, centros de moralidad, de sa- biduría, y de producciones, al menos científicas y lite- rarias. Es verdad que tú no tienes la culpa de ser lo que eres, porque te obligaron, pero sí la de haberte confor- mado después con los hechos consumados, según me has pecadillo libe- dicho. Por consiguiente, para borrar ese

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