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LA BULA?... AHI HAY GATO ENCERRao 339 la Iglesia por esto de las Bulas supone mucha ignorancia ó mucha malicia en quien lo hace, porque la acusa en aquello en que más ostenta su caridad y benevolencia: Y bre 1 >1 enañol es Y +; Ii; y sobre todo, en un espanol! es una ingratitud Impe rdo- nable, puesto que mira con malos ojos un favor, una muestra de aprecio y de cariño que da la Santa Sede á España con preferencia á todas las naciones del mundo, El tío Canillita abrió otra vez cuanto podía los ojos y la boca, admirando la erudición canónica de su com- padre: el tío Cencerro subía y bajaba los hombros, como queriendo decir, tío, yo no he sido; y Tarabita, seña- lándoselos con el dedo, le dijo: Parece que te araña por ahí, por el cogote, el gato que estaba encerrado en eso de la Bula, ¿eh? Rióse de buena gana el tío Canillita, y Cencerro in- comodado hubo de exclamar: —Pero siempre resulta que esos favores son para los ricos que pueden comprar Bulas de carne, y noso- tros los pobres nos quedamos en cruz y en cuadro. ¿A ver si esto es razón? —;Calla, botarate! precisamente en lo que más res- plandece la piedad de la Iglesia, y en lo que muestra ser una buenísima Madre, es en conceder de balde á los pobres lo que á los ricos cuesta su dinero. — ¿l 'Ómo es eso? — ¡Cómo lo estás oyendo, zoquete! Los pobres, los jornaleros, los que se ven precisados á ganar el pan con el trabajo de sus manos y el sudor de su rostro, todos esos pueden comer carne los días en que pueda comerla el que tiene la Bula de carne, con la condición de tener la Bula de la Cruzada y rezar un Padrenuestro cada vez
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