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A 326 DE LA CRUZ MUYE EL DIABLO Dios, entend:ó al punto lo que era aquéllo. Levántase corriendo, acude á la iglesia y de paso cierra todas las puertas y ventanas, haciendo en cada una de ellas con la mano la señal de la cruz; y cuando ya las tuvo fodas de ese modo aseguradas, entró en la iglesia, haciendo la misma operación con la puerta por donde entró. Apenas le vió, empezó á temblar el demonio que se ha- bía fingido abad; y no sin razón, porque San Leufrido empuñó unas buenas disciplinas, á vista de lo cual el demonio perdió la figura de monje, y tomó la de mo- na. Comienza el abad á darle azotes, la mona á chillar, los monjes á reir, y San Leufrido vengan golpes. Salta la mona de la silla, va corriendo á una puerta, ve en ella la señal de la cruz y se vuelve atrás de un brinco. Pasa por entre los monjes, y unosle dan disciplinazos y otros con la punta del pié: llega el diablo á otra puerta, vuel- ve á ver la cruz, y vuelve á brincar, como si llevara un cohete atado al rabo; y San Leufrido detrás de él con el azote en la mano, y los monjes riéndose á más no po- der. Así anduyo rodeando la iglesia, sin atreverse á salir por ninguna puerta; y viéndose acosado del santo abad, cógese el muy tuno á la soga de la campana, y subién- dose por ella se salió por el agujero de lá bóveda, donde S. Leufrido no había hecho la señal de la cruz; y tan lle- no de miedo iba, que se llevó consigo el cordel, temiendo que el abad le siguiera. Así que se fué el demonio, tomó la palabra el Santo y les explicó á los monjes cómo Nuestro Señor había permitido todo aquello para que vieran por experiencia la virtud de la santa cruz, pues con ella todas las puertas están cerradas para el demo- nio.
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