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ESO DE LOS CURAS?... TODO ES FARSA 317 confirma la regla: es decir, que el escandalizarnos, cuan- do vemos un sacerdote malo, prueba que la inmensa mayoría son buenos y virtuosos. Esa extrañeza que cau- sa ver un sacerdote relajado, prueba que los tales son por fortuna pocos y escasos. Sí, seor sastre; los sacerdotes no son, por dicha nuestra, ni lo que V. dice, ni lo que quieren los impíos que ellos sean; porque precisamente cuando un desgra- ciado cura se declara hereje 6 librepensador, ellos son los primeros en ensalzarlo y ponerlo por las nubes. ¿Y sabe V. lo que eso indica? Pues indica, que la mala vo- luntad que usted y los de su laya tienen al clero y á los frailes provienen de que ven en ellos á los ministros de Aquél que ha de premiar al bueno y castigar al malva- do. Los incrédulos tienen al sacerdote la misma aver- sión que los asesinos á la Guardia Civil, porque incré- dulos y asesiuos no pueden mirar con buenos ojos á los ministros de aquella ley que los condena al mereeido castigo. Estamos? —Estoy en que me debe V. quince reales. —Los que le voy á dar ahora mismo. — Y con eso quedamos en paz. —Es decir, quedamos en que eso de los curas... es la pura verdad. El sastre calló la boca, no sabemos si por convenci- miento Ó por no perder una parroquiana tan buena co- mo la señá Malena: y lo cierto es que desde aquel día la tratócon mucho respeto y nunca más volvió á llamarla vieja, según los autorizados informes que de de ello tiene EL PEREGRINO DE LA CAPUCHA.
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