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20 HORRIBLE que yo creí, había él entendido mi lenguaje; y después de un momento de suspensión y de silencio, entre los vaivenes Ó el ruido de los coches, me habló de esta ma- nera: «No puedo empezar mi historia sin rubor; la paz que refleja su frente de V., á pesar de la tristeza que la cu- bre, y las palabras que acabo de oirle, hacen que me avergiience de la agitación de mi alma, y del desorden de mi vida. Yo fuí en otro tiempo una de esas flores de que us- ted acaba de hablarme; me crié rodeado de almas ino- centes, vigilado por una madre tan amorosa como cris- tiana, y mi infancia y mi juventud fueron envidiables. Recuerdo, como si fuera ayer, el día de mi primera co- munión, que fué por cierto el más hermoso de mi vida. Aquel día sentí que la fe se apoderó de mi alma, que mi corazón sé había puesto en comunicación directa con Dios, á quien tiernamente amaba sobre todas las cosas. Ví abrirse ante mis ojos un camino hermosísimo, tan hermoso como desconocido; yo presentía que era aquél el camino de la santidad, y ardía en deseos de lanzarme por él. Me dí áuna vida de oración y de retiro, impro- pia de mis cortos años, los libros devotos no me satisfa- cían ni para leer ni para rezar, y dejándolos en el suelo, pasaba horas enteras arrodillado, orando con fervor, derramando lágrimas de gozo, y con mis lágrimas ver- tía también mi alma en presencia del Eterno, consagrán- dole mi vida. Pedí y obtuve ingresar en el Seminario de... donde pasaba los días entre delicias inefables. El estudio me era fácil, y el tiempo que me sobraba lo invertía en la
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