BCCPAM000535-2-21000000000000

EL PIENSO LIBRE —Eso son dos pesetas, conque vuélvame una. — ¡Pero hombre!... —No hay peros ni manzanas: ¿No quédamos en que cada cual es muy dueño de pensar lo que mejor le convenga? Pancracio conoció de repente su ridícula situación, comprendió el bromazo que le daban, se rascó la cabe- za y añadió: —Hombre, eso del libre pensamiento es un decír. —Sí; un decir... disparates, desvergienzas y barba- ridades. Pobre sociedad el día que se realizara la teo- ría del pensamiento libre! ¡Pobre familia aquella en que marido, mujer, hijos y criados piensen libremente! ¡Po- bre pueblo el día en que se vea en manos de librepen- sadores! En el infierno mismo no sería mayor el desór- den, la confusión y la maldad, con estar gobernado por los primeros librepensadores que existieron en el mundo. ¡No conoces tú que con la teoría del libre pen- samientos, los hombres nos mataríamos unos á otros, 6 no comeríamos vivos? Pues déjate de esas sandeces, que el pienso libre es cosa de pillos para explotar ton- tos, Ó de tontos que piensan lo que les dicen los pillos, y luego salen diciendo que piensan independientemen- te y que son librepensadores. ¡Qué necedad! —¿Pero me pagará V.? —Sí, hombre, que ésto ha sido una broma: llégate esta noche á casa de mi compae Taturra y te pagaré con ganancia: allí tomarás una copa y un cigarro, y pa- saremos un buen rato. —Pues hasta otra vista. =Si D:os quiere.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz