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E ES Pp ET 286 EL PIENSO LIBRE * En esto el coche llegaba al pueblo y se apeó Pan- cracio. Los pasajeros se cruzaron una mirada, cuchichea- ron un poco y acabaron por reirse á carcajadas: habían tramado una conspiracion contra el pobre cochero. Llegan al parador, desalojan el coche, y la primera que fué á pagar su asiento era una vieja gordiflona y re- choncha, que alargando la mano dijo al cochero:—Va- ya el mío y el de mi hija, —y le entregó tres botones. ancracio los miró despacio, se restregó los ojos como si despertara de un profundo sueño, los volvió 4 mirar, y viendo que la bendita mujer se escapaba, la de- tuvo diciendo: Pero oiga V., Señá Jamona, que má dúo aquí? —Pues la paga de los asientos. —Paga doble debía V. darme, y ma largao tres bo- tones. — ¡Falso! te he dado tres pesetas; una por mi hija y dos por mí; paga doble como tú querías. — Señora, que no han sido más que tres botones. —Te digo queeso es falso. Tú puedes pensar así, porque eres libre pensador; y nosotros que tenemos la misma libertad que tá, pensamos de otro modo: ahí es- tán los presentes, que digan lo que te he dado. — ¡Tres pesetas! ¡tres pesetas! gritaron á coro los pa- sajeros. Y el señor Tarabita sin dar lugar á que Pancra- cio se repusiera de su sorpresa extendió la mano y co- locó en la del cochero una perra chica, diciéndole con mucha sorna: Dáme la vuelta. ¡Qué vuelta ni qué canastos, si estos son cinco cén- timos.

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