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E ) , yO q 284 EL PIENSO LIBRE pensar éso, si cada cuál pudiera pensar lo que bien] pereciera, quién me quitaría á mí, ni con qué Ud me lo quitaría, que yo pensara de tí y de toda tu casta cuanto me diera gana? Porque una de dos, Pancracio, Ó somos libres para pensar lo que queremos, Ó nó: si no somos libres, tá no dice más que mentiras y disparates: y silo somos, y tú puedes pensar de Cristo y de su re- ligión cuanto se te antoje, yo podré también pensar de tí y de tus padres cuanto me venga en talante. Esto no admite réplica ni tiene vuelta de hoja, y si nó, con- téstame. Pancracio estaba mudo; buscaba: una salida que no encontraba, viendo lo cual su contrincante continuó: —Es un error grosero que pugna con todos los principios de la razón humana el creer que el pensa- miento del hombre es libre, sin tener sujeción á ley al- guna. ¿En qué orden está libre el pensamiento humano para pensar á su antojo? En el orden metafísico, ¿pue- des tú pensar que hay efecto sin causa, Ó que el todo es menor que su parte? En el físico, ¿puedes persuadirte que el día es noche Ó la noche día,el sol oscuro y la pez luminosa, la tierra oro y el oro castañas? En el orden moral, ¿puedes creer que el vicio es virtud Ó la virtud vicio, y que el hacer mal es honroso y el obrar bien vi- tuperable” En el matemático, 'puédes pensar que dos y dos no son cuatro Ó que cinco y cinco son catorce? ¿En dónde está, pues la mentida libertad del pensamiento, si en todas partes se ve ese pensamiento atado y sujeto á las leyes inmutables, inflexibles, necesarias y eternas? ¿En donde está esa libertad? ¿Quién la posee? Si esa li- bertad de pensar existe en alguna parte, es en los ma-
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