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EL PIENSO LIBRE 283 menzó á rascarse la cabeza sin saber por donde salir, hasta que por fin exclamó: — Eso nó! semos libre para pensar, lo que nos de gana, con tal de no ofender á nadie, y V. me ofende á mí pen- sando eso de mis padres. —Y tú me ofendes á mí con pensar lo otro de Cris- to, del Papa y de los Santos; porque si está probado que tu padre no fué ladrón, más probado está que Je- sucristo es Dios, y que el Papa es su Vicario, y que los Santos están en el Cielo: y además tú con tu pensa- miento ofendes á Dios y al Papa, y á doscientos millo- nes de católicos que lo tenemos por Padre, mientras que yo solamente te ofendo á tí. De todo lo cual deduz- co que no somos libres para pensar lo que nos dé gana, sinó para pensar conforme á la verdad, y á la razón, y á la justicia, y á la moral: y por consiguiente que lo que tú dices y lo quz dice ese papel del libre pensamien- ta son disparates, absurdos y blasfemias. —V. parece que se ha propuesto avergonzarme. —Yo nó; tú eres el que te has corrido de hablar lo que no sabes y decir lo que no entiendes. —V. lo que es un comprometeó muy grande. —Y tú un charlatán de primera. —Pero hombre, ¿le pareceá V. bien lo que ha dicho de mi padre y de mi madre? —Poco á poco, Pancracio, —repuso el Sr. Tarabita. —Yo no he dicho que tu padre fuera ladrón, ni tu ma- dre zorra. Cuidado con eso! Yo quise sacarte de un error, y darte una lección para que vieras que no hay tal libertad de pensamiento, ni somos libres para pen- il sar á nuestro antojo. Porque si fuéramos l bres para ) Í
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