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282 EL PIENSO LIBRE — Ah sí: las Demonicales del libre pienso: bien las co- nozco. A A [PX —Que las conoce V.? —Sí, estuve suscrito á ella hasta el año pasado. —Y por qué las dejó —Porque ahí no se leen más que barbaridades, blas- femias, disparates y absurdos como el que lleva por ti- tulo. AAA [PF El cochero abrió un palmo de boca, y ciavó sus ojos en el Sr. Tarabita que proseguía: —Sí: ese título encierra un absurdo: libre pensa- samiento! Farsa! Pancracio, farsa, y palabrotas huecas para engañar á los tontos. No hay tal libertad de pen- sar; eso es un disparate. —Cómo, No soy yo libre para pensar lo que me dé gana? —No señor! ni tá ni nadie tiene esa pretendida y maldita libertad. —Pues, hombre; si me dá la gana de pensar que Cristo es un mito, y el Papa un truhán, y la iglesia una mentira, y los Santos unos pillos, quién me lo quita? | | l l Pancracio encogió el cuello, lo estiró de pronto y volvió á encogerlo como gallo que se dispone para aco- meter; miéntras que Tarabita, después de una risita guasona que podía traducirse por un te voy á dar la la- ta, Ó vas á llevar un revolcón, se encaró con el cochero diciendo: —Y si á mí se me antoja decir que tu padre fué un ladrón y tu madre una zorra, y tú un judío, ,quién me lo quita? Pancracio encendido en cólera miró á Tarabita y co-
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