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Y PARA SIEMPREO?... 217 la justicia eterna, pusiera á última hora en un mismo lugar al ladrón y al que fué robado, al asesino y á su víctima, al calumniador y al calumniado, al que blasfe- mó su nombre santísimo y al que siempre le estuvo alabando. Eso quisieran todos los pillos, todos los mal- hechores y todos los bribones de la tierra; pasar esta vi- da á costa de los sudores y lágrimas del pobre, y tener en la otra la misma gloria y la misma bienaventuranza que el desvalido á quien ellos oprimieron. Bonito que- daría el mundo, si las cosas pasaran así. ¿Pero es posible que Dios consintiera que cuatro poderosos Ó cuatro tu- nantes abusaran aquí de su poder, de su astucia Ó de su influencia para oprimir al débil, seducir al fuerte, ro- bar al pobre, corromper la inocencia, hacer derramar torrentes de lágrimas ó de sangre, reirse de los tormen- tos y penas que causan, burlarse de todas las leyes di- vinas y humanas, y que luego, en el gran día de la Cuenta se echaran pelitos á la mar, y quedáramos todos iguales? Entonces resultaría una cosa horrible, mons- truosa, tan monstruosa y horrible que quizá no la pue- das comprender. Resultaría que no hay diferencia esen- cial entre el bien y el mal, el vicio y la virtud, la justi- cia y la iniquidad. Resultaría que es lo mismo obedecer uno á su padre que darle de bofetadas, lo mismo robar al pobre que darle una limosna, lo mismo defender 4 un inocente que calumniarlo: lo mismo, idénticamente lo mismo; porque al fin y al cabo, todo seríamos iguales con monstruosa igualdad, y esto es imposible. ¡Dios no lo puede consentir! y por consiguiente, la misma dife- rencia esencial que existe entre el bien y el mal, la jus- ticia y la ini juidad, esa misma existirá eternamente en-
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