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A KA 0 RPRMDIO TASA ET AR e A AA 276 HABRA INFIERNO?... que las cosas pue len quedar asf? ¿Te parece que todo el que muere sale de aquí bien recompensado? ¿Te pa- rece que nuestras obras no tienen más premios ni más castigos que el que reciben en esta vida? —Le diré 4 V. —No tienes que decirme nada; supongamos que si. Supongamos que no hay más castigos que los de acá, y que todo el mundo se persuada de que es así. Desde aquel momento el mundo sería una cueva de bandidos y los hombres una manada de fieras. El lema de la so- ciedad sería entonces el siguiento: Robar y gozar, aunque para hacerlo haya que quitar la vida y la honra al lucero del alba. Si sucumbimos en la demanda, tanto mejor. Al menos habremos gozado aquí, que fuera de aquí no hay ni premios ni castigos. ¿A dónde te parece que iríamos por este camtno? —¡Al infierno! —Tienes razón; el que niega un infierno tiene que afirmar otro; el que niega el de allá, tiene que afirmar el de por acá; es decir, el que vendría á ser el mundo, si no existiera el verdadero. Pero el infierno existe: lo dice la razón natural: lo afirma Jesucristo quince veces en el Evangelio: quince veces repitió (para que no nos quedara duda de su existencia) las tremendas palabras de suplicios eternos, fuegos inextinguible! —¡Eso sí que no puede ser Tarabita! Que haya in- fierno, pase; pero que allí se arde para siempre... para siempre... vamos, que no puede ser. —Vamos, que eso es así. —Pues no lo comprendo. —Pues yo sí. No faltaba más, sino que Dios que es
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