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7 HABRA INFIERNO?... Tarabita, á quien tales disparates no cogían de sor- presa, con ánimo sereno, le dijo 4 Cucufate: —¡Calla sal- vaje! parece mentira que el nombre santo de Dios, nombre que pronuncian temblando de respeto y vene- ración las potestades del Cicto, lo profanes tú con esa lengua larga que se ha de comer los gusanos; y... ¿Y qué? — Que te la han de picar los demonios con alfileres ardiendo en los infiernos, si no eres más buen cristiano. A —Desengáñese, V., Tarabita, y no sea tonto. Yo estoy seguro que no hay tal infierno; bastante infierno es ser pobre y tener que trabajar para comer. ER ON TS —Quien no ha de ser tonto eres tú. Cucufate; por- que yo sí que estoy seguro de que tú no sabes decir más que disparates, herejías y judiadas. —¡Maestro, V. me insulta! —¡Bien!... ¡y qué? AEREA —Que le voy á dar un guantazo que le vuelva la cara al revés, y no le deje una muela en su sitio. —;¡Cristiano! ¿Y por qué motivo? —Porque el que insulta á otro, merece que éste le q , dé un tapaboca, para que no se desmande ótra vez. ) q ¡Hombre! ¿Con qué derecho? ¿ —Con el derecho que cada uno tiene á mirar por su p honor: y áque los demás le respeten. —Tú estás en un error, Cucufate. No hay tal dere- y A cho ni torcido, ni tal niño muerto. —¿Cómo que nó? —¡Cómo que no lo hay! Al menos, así lo has dicho túl —¿Cuándo he dicho yo semejante cosa?
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