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XXXVII e Habra inforno?... y para siempre?... RA el tiempo de la vendimia. El tío Taturra con su amigo Tarabita sa- Y lían á dar un paseo por el camino del cemen- En las afueras de la población estaban unos cuantos muchachos jugando al hoyuelo, y entre ellos se hallaba también Cucufate. Este perdió una jugada á tiempo que cruzaban por allí los dos paseantes, y no pudiendo resistir á la indig- nación que su propia torpeza le causó, soltó una blasfe- mia grosera, asquerosa, horrible, satánica. El bueno del tío Taturra se llevó las manos á la ca- beza, exclamando: ¡Jezú! ¡Aye María Purízima! ¡Alabao zea Dioz!

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