BCCPAM000535-2-21000000000000

NO CREO LO QUE NO ENTIENDO 269 modo podía probarte que, sin ver nada, crees tanto co- mo cualquiera beata esurupulosa. Aquí Cucufate escupió por el colmillo y exclamó sonrojado: Yo no hablo de eso; yo hablo de religión. —Pues bien: parte esencial de la religión son los Mandamientos de la Ley de Dios; y el séptimo es no hurtar? ¿No dices que te quitaron días pasados en Sevi- lla el portamonedas? —-Sí, señor. —¿Y viste quién te lo quitó? —¡Si le llego á ver, le rompo el bautismo! —Y sin haberlo visto, ¿crées tú que te lo quitaron? Cucufate abrió un palmo de boca y los demás solta- ron la carcajada, diciendo: ¡Te cogió! ¡te cogió! —No señor—respondía él amohinado,— yo lo que quiero decir es que no creo las cosas de religión. — ¡Otra mentira! ¿Has leído tá la Santa Biblia? ¿Has estudiado la Sagrada Teología? ¿Conoces á los grandes apologistas del Cristianismo? ¿Has registrado las histo- rias eclesiásticas? ¿Conoces tú ni por el forro á la reli- gión católica? ¿Has aprendido siquiera el CatecismoP —No, señor, si apenas sé bien leer. —Pues entonces, hombre, no diga V. que no cree, sino que no sabe: No diga V. soy incrédulo; sinó di- ga, y dirá la verdad; soy un ignorante, soy un necio, soy un montón de carne bautizá como decía la pobre- cita mi mare. En el mundo hay muchos que la echan de incrédulos como tá, y no hay tal incredulidad; lo que hay es una ignorancia crasa, una insipiencia pasmo- sa, pues saben de religión menos qne un turco ó un ju- dío. ¡Donosa credulidad! Si á eso vamos, nadie hay tan

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz