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Y SU VIRGEN DEL PILAR 15 da despreciativa, diciéndola: Oiga V., Doña Sanguijuela, ya puede V. tomar la puerta, que aquí no hay más san- gre que chupar. Luego corrió al rincón donde la herói- ca Pilarita lloraba, y consolándola decía: No llores, hija mía, que nada te faltará: y tomándola de la mano, la llevó á la cama de su madre. Esta alargó los brazos pa- ra estrechar con ellos á su bienhechora; y Doña Pilar, que así se llamaba esta buena señora, le correspondió con igual afecto, diciéndola: Desde hoy su hija tendrá dos madres. La tendera desapareció escurriéndose por entre la puerta y la cortina, como se escurre una culebra entre la hierba del prado, y Doña Pilar y Pilarita se sentaron á la cabecera de la cama de la enferma, donde la prime- ra habló de este modo; Dos meses hace ya que no os veo asistir á la función de la Orden Tercera; he indagado los motivos que po- díais tener para ello, y ayer me enteraron de vuestra desgracia. ¡Cómo ha de ser! Dios así lo ha querido, y es preciso conformarse con su divina voluntad. En lo que yo os pueda servir, me habéis de mandar con franqueza, que por algo somos hermanos en San Francisco. Pilarita tomó la mano de su protectora y, estampan- do en ella dulce beso, la regaba con sus lágrimas, pero no eran ya lágrimas de dolor, sino de consuelo. Desde aquel día todos los gastos corrieron por cuen- ta de Doña Pilar, la cual daba á Pilarita sumas conside- rables como paga de las costuras y labores que le en- cargaba. Así fomentaba en la niña la aplicación al tra- bajo, en la madre la gratitud á su hija, y ella misma se libraba de la vanagloria que pudieran producirle aque- llas limosnas dadas de otro modo. '
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