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A ES AS 5 AE IA SO O ci A A API DERE AMABA AMIA TESTA AERRA CTIALELATIDI IPSLATITA A A ES co, E EE 256 ¡INDIFERENCIA! dad por ilusa, contestabas: ¿qué me importa? ¡ ión y al ¿Quién eres tú para insultar á la relig mano? No quisiste creerles, ni dar oído á los ritos de tu conciencia; pero ahora pagarás tu desmedido orgullo, tu necia osadía, tu loca vanidad. ¿Qué respondería V. 4 e ñ 1 esta justa reconvención? ¿Cómo podría V. ulpar su temeridad? En ese trance le pasaría á V. como al pasto" de Gerena. De este hombre se cuenta que tenis ndo necesidad de internarse en la sierra, tomó un sendero desusado. Unos amigos que enc ontró al paso le dijeron:- Vas mal enca- minado; en lo interior del bosque anda una manada de lobos, y el guarda dice que ha visto hasta dos osos: vuél- vete, toma la carretera, y aún así no vayas despreveni- do: mira que hay peligro.—¡Bab! ¿qué me importan á mí esas cosas? ¡Tonterías y cuentos de viejas! Esto dijo el uió su marcha. ¡Infeliz! llegó al bosque pastor, y pros dei. FU6 devorado: f ereció! Aquí tiene V. señor mío, al indiferente en materia de religión. ¿Puede darse mayor locura? ¿Quién más necio que el que se opone al común sentir de la humanidad? ¿Quién más insensato que el que arriesga su porvenir, y porvenir eterno? Vea V. si puede darse mayor insensatez que mostrarse indiferente en materias religiosas, insensatez que sube de punto cuando el que las profesa es un profesor de Universi- dades como usted me dijo. Vea V., en fin, si será buen filósofo quien discurre tan desacertadamente. —Pero, señor, ¿quién sabe si existe esa otra vida, con que V., quiere asombrarme? ¿Quién sabe si... — ¡Eh! Poco á poco, y no hay que contradecirse'
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