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242 ¿QUIEN HA DICHO QUE NO HAY vIOs? les del bosque le bendicen, el insecto por los airse susy- rra sus alabanzas; los animales del campo le saludan cuando ven salir la aurora; y las aves le entonan him- nos entre el ramaje de las arboledas: sólo el hombre ha negado á su Hacedor: sólo ese miserable gusanillo ha blasfemado su Santísimo Nombre. —¡Antoñito, Antoñito, que pareces un predicador! Si yo supiera decir eso, ya me tenía encima el tío de la lezna. La existencia de Dios es tan palpable que donde quiera encontramos pruebas evidentes de ella. La asom- brosa regularidad con que las estrellas recorren la in- mensidad de los cielos; la constante sucesión de los tiempos en medio de sus continuas muda nzas; el orden que reina en los mismos cambios y sucesionés que tras- forman el universo; todo eso está diciendo á voces: ¡Dios existe! Existe un Creador y un Ordenador de todo lo que tiene ser, y el que niegue esta verdad está obli- gado á hundir su frente en el polvo y no levantar sus ojos al cielo para no ver en él, desmentida, su temeraria afirmación. ¡Desgraciado el sabio que pasa la noche le- yendo en los astros, y no encuentra en ese libro miste- riosoel Nombre Santo de Dios! ¡Desgraciado el igno- rante que sale de mañana al campo, y no percibe ese himno sublime que la naturaleza tributa 4 su Hacedor! ¡Desgraciadísimo el que no ama á ese Ser bondadoso que nos crió para su gloria! Iba Antonio á proseguir su magnífico discurso, cuando Taturra le interrumpió: —Si hablas como un libro, Antoñito.
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