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XXXII ¿Quién ha dicho que no hay Dios”? EZU! !qué barbariá! !qué barbariá! Así decía entre atónito y airado un hom- bre entrado en años que marchaba de prisa en dirección á su casa. Era andaluz,'como su lengua- je indica, y vivía en unos de los pueblos agríco- las cercanos á la Reina del Guadalquivir. Hombre sencillo y de excelente corazón, nunca hizo mal á nadie, nunca se quejó de su pobreza, nunca se cui- dó más que de trabajar y encomendarse á Dios, y nun- ca por último, creyó que hubiera en el mundo hombre tan desalmado que pubiera burlarse de nuestra santa religión. Por eso cuando oyó negar por vez primera al

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