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XXXI LA VIRGEN NECIA OLAD, sueños míos, á las soledades donde viven las almas apartadas del tráfago munda- no; volad también á los poblados y visitad las | moradas de las almas fervorosas, 6 que en un tiempo lo fueron; y si hallá:s alguna amodorrada en soporífero letargo, revolved su cerebro delirante y hacedla despertar del sueño del pecado. Y vosotras, vírgenes prudentes, que con la antor- cha encendida esperáis velando al Esposo de las almas, procurad que nunca cierre vuestros ojos el funesto sue- ño de la Virgen necia, cuya triste historia voy á referir.
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