BCCPAM000535-2-21000000000000

LA VIRGEN PRUDENTE 227 te; á poco se tornó pardo el azul del cielo, las aves en- mudecieron en la enramada, las estrellas brillaron en el firmamento, y la oscuridad cubrió la tierra. Nos sentamos á tomar descanso al pie de una fuen- te que nace aquí cerca, cual pudieron hacerlo Isaac y Rebeca en los valles de Madián. Cuando yo pensaba ser feliz á su lado, cuando yo fijé en El la mirada más dulce que despidieron mis ojos, veo que se levanta, desapare- ce entre las sombras de la noche oscura, y con voz tan divina y cariñosa que enajenaba mi alma, se despidió diciendo: Ten siempre fijo en mi amor tu pensamiento, y aguarda aquí sin temor: Yo te enviaré uno de mis siervos para que te conduzca á mi casa... —¿Por qué me dejas? ¿por qué me dejas? fué la única frase que salió de mi pecho ahogado por el dolor. Y El con voz grata y consoladora me respondió de lejos: ¡Áma y espera!... — ¡Áma y espera!... ¡ay qué momento tan triste; Ama y es- pera! repitió el eco de esas montañas; ama y espera! gi- mió el aura gn torno mío; ama y espera! murmulló el arroyo; ama y espera! resuena siempre en mis oidos.» «Desde entonces no hago más que preguntar á las plantas y á las flores si han visto al Amado de mi alma. Conjuro á la amante tortolilla que anida entre los sauces, á que vaya y le diga que sin él de pena muero. Al céfiro blando que mis quejas oye, le digo que vaya á darle parte de mis angustias. Sola en este lugar subo todos los días 4 lo alto de esa colina á ver si diviso entre las sendas que serpean por el valle quién me dé noticia de mi amado. ¿En dónde está, Padre mío? ¿Cuándo vamos á su casa? ¿Por cuál senda tiramos? No perdamos tiem- po, Padre mío; llévame pronto, pronto!»

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz