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Y SU VIRGEN DEL PILAR 11 Llamado el facultativo, examinó detenidamente al enfermo, escribió varias recetas y declaró que estaba atacado de pulinonía. Esta declaración hizo creer al en- fermo que su última hora no estaba lejana, y pidió que le administraran los auxilios de la religión. La noche en que recibió el Santo Viático, llamó-el cariñoso padre á su hija y le dijo: Pilarita, conozco que mis fuerzas van disminuyendo por momentos, y que tal vez se halle cerca el último de mi vida: ahora que soy dueño de mis sentidos, voy á darte la prueba mayor de mi cariño, manifestándote mi última voluntad. Prométe- me que serás fiel en cumplirla. —Lo prometo, padre mío, exclamó la dulce niña con los ojos arrasados de lágrimas. —Pues bien, toma la llave de mi arca, y tráeme la cajita de metal que encuentres en ella. Obedeció la hija, y trajo la caja á su padre, que la abrió con trémula mano, sacando de ella una pequeñita estatua de la Virgen del Pilar, labrada de plata fina.— Hé aquí, le dijo, la joya más preciosa que he tenido en toda mi vida. Me la dió mi madre que se llamaba como tú, hallándose en el lecho del dolor, en un día tan triste como éste. Guárdala, hija mia; y si algún dia entregas tu mano á un hombre honrado, que la merezca, y Dios te concede un hijo; dásela en nombre de este padre que tanto te quiso, y á quien tá tanto amas. Y si Dios por dicha tuya, te lleva al claustro, conserva en tu celda es- ta imagen, como recuerdo de un padre querido. Besó el enfermo por última vez la imagen de la Vir- gen del Pilar, y la alargó á' su hija, que muda de dolor, no pudiendo articular palabra, se arrí ¡Ó6 al cuello de su
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