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DE JUAN TINAJA 211 un compromiso, porque á cada uno le tengo ya prome- tido, que en recogiendo la vendimia, le daré... —Déjese V.de dares y tomares, y escúcheme un ejemplo, porque veo que sin los ejemplitos no le cuelan 4 V.las cosas en la mollera. —¿Y ese ejemplo, de qué es? —No es ejemplo, es un caso que le aconteció á un señor que hizo lo que usted quiere hacer. —Cuéntelo vuestra reverencia clarito, que no se me escape ni una sola palabra. —Pues el caso pasó en mi pueblo, y nada menos que al rico labrador don Juan Tinaja, el cual tenía co- mo usted, un hijo y una hija ya casados. Como tenía buen caudal, la hija y nuera andaban á porfía agasajan- do al viejo á ver quién le saca más; y el hijo y el yerno, no se diga; tanto que costaba trabajo averiguar quién mimaba más al anciano, si los hijos naturales Ó los po- líticos. Con tantos obsequios se ganaron poco á poco la voluntad de don Juan, en tanto grado, que el pobreci- llo repartió entre los dos matrimonios cuanto le queda- ba, fiado en que para lo que le restaba de vida, y para lo poco que él necesitaba, lo tendría todo siempre so- brado en su casa, donde vivía con aquellos hijos tan buenos y cariñosos, Mas le salió la cuenta tan al revés, que á los pocos meses, el mal yerno y la malísima hija, el hijo ruín y la ruinísima nuera, trocaron los obsequios en enfados y los agasajos en desprecios. Sufría el pobre viejo, ya tan lleno de años como vacío de dinero, las faltas, desaires y menosprecios, llorando su desventu- ra y devorando las amarguras y pesares que le opri- mían el corazón.
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