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196 RECETA EFICAZ CONTRA TODAS —Es que soy muy desgraciada, Padre, muy desgra- ciada! —Ya le he dicho que V. misma tiene la culpa de todas sus desgracias. -Es que ahora no sabe V. lo que me pasa. —Ni tengo empeño en saberlo. —¡Ay, Padre! Si supiera V. lo que..... -Dígalo de una vez, y acabe V. pronto. —¡Lo de siempre, Padre, lo de siempre! Anoche vi- no también mi Pascual tarde y borracho; y porque le fuí áreñir con mucha dulzura y humildad, me cogió por el pelo, me arrastró por la sala, y me dió la paliza más tremenda que me ha dado en toda su vida. —Pues, mujer, buena tunda sería, porque con esa creo que ya lleva V. más de un ciento. ¡Bueno! ¿y por qué dice V. que le pegó y la arrastró por el suelo con mucha dulzura y mucha humildad? —Nada “de eso, Padre; la dulzura y la humildad eran de mis palabras (como V. Reverencia me tiene di- cho); que sus bofetones eran soberbios y más amargos que la retama. —De modo que V. le hablaba con humildad, y él la zurraba soberbiamente. —¡Eso mismo, Padre, eso mismo! ' —Vaya V. y cuéntelo á su abuela, que yo no lo creo; buena es V. para..... En fin, aquí tiene V. esta bo- tella de agua bendita; cuando su marido venga tarde Ó borracho, tome un buche de agua antes que él entre por la puerta, y no se lo trague ni lo eche fuera hasta que él se haya acostado. Verá V, cómo esa agua bendi- ta es un remedio infalible contra las palizas.

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