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177 EL DOGMA FRANCISCANO te su divina portera. ¡Portera! sí, hombre, Portera! no te espantes, que así le llama él á esta imagen de la Vir- gen que tiene en ese nicho á la izquierda de la puerta. 1 Mira la décima que tiene escrita por debajo, que está F A muy en armonía, con el oficio que desempeña este re- ligioso, y con el manojo de llaves que cuelga de su blanca cuerda. Dice así: En tu pura Concepción La gracia y culpa reñían, Porque las dos pretendían Fijar en tí su mansión. as Aprovechan la ocasión Y se ponen en carrera; ; La gracia fué más ligera, Llegó primero, y entró, Tomó la llave y cerró, Dejando á la culpa fuera. Ingeniosa es la décima, al fin como inspirada por el amor y devoción que en esta casa se profesa á la In- maculada. Pasemos al claustro; es pequeño, modesto, seráfico, pero adornado de cuadros en el pasillo, y de flores en el centro. Mira el primero con que tropezamos aquí: es una copia de la Purísima de Murillo, coronada de estrellas, vestida del sol y calzada de la luna, cual z la vió San Juan en su Apocalipsis. Repard este verso que parece alusivo á la luna que tiene debajo de sus pies. Luna llena y rutilante De gracia y de perfección Debió ser tu Concepción Desde su primer instante.

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