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DE MAYO 169 nasterios y conventos destruídos, y dígame, por su vi- da, si no es esta la principal causa del pauperismo en nuestra patria. ¿Quién no sabe hoy, por ignorante que sea, que los monjes arrendaban sus haciendas, y repar- tían el dominio útil de sus propiedades entre los pobres 4 bajísimo precio, el cual perdonaban en los años ma- los? ¿Quién ignora que socorrían á sus colonos necesita- dos en días de apuro, que amparaban diariamente al en- fermo y desvalido, que prestaban sin interés al pobre necesitado y que oponían la ley de la caridad á la usu- ra, que á tantas familias está arruinando? ¿Y qué había de suceder, cuando el liberalismo cegó esas fuentes de caridad, y abrió los manantiales de la avaricia personi- ficada en esos logreros sin entrañas, en esos amos sin corazón y en esos propietarios desalmados, sin otra mi- ra ni otro fin que el de multiplicar sus caudales, llenar arcas y más arcas, y enriquecerse á toda costa expri- miendo el jugo de la tierra, el interés del capital, el su- dor del obrero y la sangre del pobre? ¿Qué había de suceder, sino lo que está pasando y lo que pasará el día en que al socialismo se le hinchen las narices y apli- que á su padre el liberalismo las doctrinas que éste le enseño? —Pero, hombre, ¿es V. socialista y defiende á los frailes? —Ni yo soy socialista, ni defiendo á los frailes: soy un español católico, apostólico, romano, que defiendo la justicia y la verdad, riéndome de Vdes. los liberales, que, después de haber provocado el conflicto, ni le dáis solución, ni sabéis dónde esconder la pelleja. —¿Y quién ya á dar solución á ese problema social? 13

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