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yoría —dicen S, y según la ley establecida, tenemos derecho á imponer nuestro Cati ed AS Re cds na »] nital hier fallo á los ricos. Kepartamos, pues, el capital, bien sea de una vez, (como quieren los anarquistas): bien sea po- co á poco, reduciendo las horas del trabajo y aumentan- pia E n los socialistas.» Y la ver- do los jornales, como qi 1 dad esque discurren perfectamente desde el punto de vista liberal. Conque ¡viva la huelga! ¡viva el paupe- rismo! El pauperismo? ¡qué pla Y ¿El pauperismo: ¡que plaga! 23 Y quién tier * la culpa le ue tal plaga exista en ¿ quié tienela culpa de que tal ga t: E i a e 1 m1 a o Ñ "rnmiA 1 le España más que el Estado liberal que suprimió 105 con- 1 ñ 1 ventos, y ustedes que sancionaron aquella maldad com- prando los bienes que á ellos pertenecían? Y ¿qué tiene que ver eso con el pauperismo? -Tiene que ver lo que la madre con su hijo, y la causa con su efecto. En cada convento de la Península moraban por término medio cuarenta Ó cincuenta reli- giosos, hijos de todas las clases sociales; y con la ex- Mas dis , á 1ne er le cuarent: A clustración tiráni a, el convento que era de cuarenta 0 cincuenta individuos vino á ser propiedad de uno solo, y este extraño, conlo cual cuarenta y nueve individuos quedaban en la más completa pobreza. Multiplique us- ted este número por el de los conventos suprimidos, y la cifra asciende á más de cuarenta mil personas arro- jadas de su hogar: ¿y no es ésta ya por sí sola una causa suficiente para dar principio al pauperismo? Añada us- ted ¿esto que de la sopa de cada convento se mante- nían cincuenta pobres, y de las tierras y bienes colecti- vos de cada monasterio vivían desahogadamente más de cien familias: multiplique ese número por el de mo- y

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