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165 Era él uno de esos hombres que tienen por Dios el oro, por religión el egoísmo, por honra el lujo, por des- honra el no tener, por virtud el negocio, por gozo la ga- 4 nancia, por pat ria la que más le da y por amigos los que más lucro pueden proporcionarle. El se decía liberal de : abolengo, y no lefaltaba razón; porque su padre fué en tiempos de Espartero jefe de no sé qué milicianos, y por cuatro frioleras había comprad o una multitud de bienes nacionales, es decir, eclesiásticos, Ó hablando en castellano, robad: sá la Iglesia y 4 los frailes cuando aquel horrible latrocinio que bautizó Mendizabal con el nombre de la desamortización. Con esta ganga se hizo el hombre millonario en cuatro días, y construyó un pala- cio en la Torreta de los frailes, cuyo término le perte- necía por entero, como antes había pertenecido á los Padres Agustinos que le dieron su nombre. Pero el pue- lo, con ese buen sentido y esa gracia picaresca que le distingue, apenas vió al jefe de los peseteros convertido «en rico propietario, conociendo el origen de su riqueza y despreciando su ridículo boato y su mentida grande- za, comenzó á motejarlo con el dictado de el Sr. de Haciendajena mote que pasó de padre á hijo, como si fuera un título de nobleza. Ella era digna de él, y la llamaban doña Riqueta, la cual doña Riqueta, fatigada del viaje, sentóse muy re- panchigada en la sala de descanso, donde contaba á los viajeros que esperaban el tren descendente los desórde- nes de los huelguistas valencianos. De aquella hecha, se se llevaba el diablo 4 Valencia entera: la gente se esca- paba de allí á bandadas, y no parecía sino que había sonado para la Perla del Turia la hora del Juício final.

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