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160 EL SOCIALISTA MODELO sión se aumenta, hasta que Fr. Casimiro extiende la ma- no, imponiendo silencio, y el público lleno de curiosi- dad le obedece. De seguida despliega sus labios y ex- clama: — «¿Qué extraña preoc upación es ésta que en yos- otros veo, hijos del pueblo? ¿Qué fanatismo es ese que así os hace cambiar de repente de amigos y admirado- res míos en mis adversarios y despreciadores? Pedíais mi aparición en este sitio para colmarme de aplausos y adheriros á los principios que yo sustento; y sólo por- que me he presentado en traje de religioso habéis tro- cado vuestros aplausos en gritos de desprecios y vues- tras adhesiones en odio satánico contra mi persona. ¿Cuál es la causa de semejante mudanza? ¿El traje con que mehe presentado? ¿y así dejáis, necios y veleidosos, lo sustancial por lo accidental, y las ideas salvadoras por las impresiones de momento? Esto me indica que predicar á las muchedumbres fanatizadas y ciegas es predicar en desierto; y por eso, aunque me habéis pe- dido que hable, no hablaré más de cuatro palabras, por- que no me gusta perder el tiempo. Yo no necesito contaros mi historia ni deciros quién soy, porque ya lo habéis oído. Soy un hombre entre- gado todo entero en cuerpo y alma á servir la causa de la justicia, de la verdad y del bien, la causa de la socie- dad, la causa del pueblo, y sobre todo, la causa de los pobres, la causa de vuestros hijos. Mi bandera, que no temo defender públicamente, es la bandera de Jesucris- to; y el lema en ella inscrito es el siguiente: «Amarás á tu prójimo como á tí mismo. Lo que no quieras para tí

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