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DE SAN ANTONIO 143 trido-tiroteo, que duró hasta cerca de media noche. A estas horas no se oía más que el quejido de algún mori- bundo, el crujir de las casas incendiadas, Ó el ruido de algún techo que se hundía. De repente veo abrirse la puerta de mi cárcel, y aparecer delante de mí á un frai- le, que me inspiró .no sé si asombro Ó veneración: No hables, (me dijo con voz amable), que es hora de callar y de no perder tiempo. Me desató los brazos, me quitó los grillos, me untó no sé que cosa en las heridas y me dijo: Sígueme, que ya estás bueno y salvo. Yo creía ver visiones: le pregunté quién era, y me contestó: No ne- cesistas saberlo: da gracias á Dios por este beneficio, y cállalo hasta que puedas contarlo á tu familia. Me llevó en silencio por la obscuridad, hasta dejarme en un ca- mino de herradura, y añadió: Sigue por ahí, que al ama- Desde entonces las cosas me salen tan á pedir de boca, que, como les digo, pronto llegaré á esa con el favor de Dios. Algunas veces pienso si aquel Padre se- ría un Santo, porque lo parecía. Se lo digo á VV. para que den gracias á Dios. Con ésta va un abrazo para ca- da uno de la familia: el más apretado para Caridad; y ella y VV. recen mucho para que llegue felizmente á esa su afmo. hijo Pedro. Al terminar la carta, Caridad rompió á llorar tier- namente; se acordó d+e su sueño, y reconociendo á San
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