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DESAN ANTONIO llos, rompía las ataduras, y le mostraba el camino por donde debía ir á reunirse con los suyos. Fijó sus ojos en aquel fraile, y reconoció en él nada menos que al mismo San Antonio. Espantada de lo que veía exclamó: ¡Ay que caridad tan grande! Caridad de San Antonio, Bendita seas mil veces! y diciendo esto se despertó. Desde aquel día se entregó la tierna niña á los ejer- cicios de piedad, con un tesón impropio de sus pocos años; y se dedicaba con especialidad 4 obsequiar 4 San Antonio, el Santo de los milagros, persuadida, de que, si su hermano volvía á casa, había de ser por un mila- ro del Santo bendito. Muchas veces se arrodillaba ante su imagen y le ofrecía llorando hacerle los trece martes, entrar monja en un convento de su Orden, y llamarse Caridad de San Antonio, con tal que le trajera á su Chacho vivo y sano. Pasó otro año, y Pedro no escribía: la familia lo juzgaba muerto, y como tal lo encomendaban á Dios todos, menos Caridad, la cual no podía creer que su Chacho hubiese muerto, por lo que ella sabía de San Antonio. Su fe y su confianza en el Santo fueron pre- miadas con la siguiente carta de Pedro que recibió la Noche Buena.
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