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DE SAN ANTONIO 139 >se día infausto, que siembra la desolación y el llanto ese , en tantos hogares, y el mozo cayó soldado. Desde entonces se acabó en aquella casa la alegría, 1 5 y los ojos de Caridad y de su madre no se enjugaban más que cuando veían entrar por las puertas al Chacho, á fin de no aumentar las amarguras de éste, viéndolas llorar. El día de la entrega entró de nuevo en suerte y le tocó irá Filipinas. Nuevo pesar en la familia; pesar que llegó á su colmo el día de la marcha. El dolor de la ma- dre se convirtió en desesperación, y su llanto al pié del tren que se llevaba á su hijo, era parecido al rugido de la leona en el desierto, cuando ve moribundos á sus , cachorros. Caridad traspasada de dolor, no podía llorar; subió al estribo del coche por cuya ventana se asomaba su Chacho y, aprovechando el último instante, estampó un beso en su frente y cruzó con él unas palabras que hi- cieron derramar lágrimas á los circunstantes. El tren partió, y élla lo vió ir, llevándose á su hermano, al hermano que le traía, juguetes de Sevilla, dulces de Cá- diz, pájaros y flores de los campos.... lo vió ir, y +pali- deció, como si le hubieran sacado la sangre de sus venas. Ya la niña no se rie con la risa bulliciosa y alegre de la niñez; apenas juega, y en cambio suspira y llora algunas veces, como quien tiene su corazón de pena herido. No parece sinó que el Chacho se ha llevado consigo las risas de Caridad y la alegría de su alma, según anda ella de triste y pensativa.

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