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138 CARIDAD El mayor, que era una estampa de su padre, se lla= maba Pedro, y la pequeña, Caridad, nombre muy co- máún entre las mujeres de aquella ciudad, que tienen por Patrona á la Virgen de la Caridad. La niña era verdaderamente hermosa, tanto de alma como de cuerpo; blanca, rubia, de hermosos ojos azules, y tan sencilla, modesta y candorosa, que sus facciones traían á la memoria los“angelitos que pintó Murillo en el gran cuadro de San Antonio, preciosa joya de la Ca- tedral sevillana. : Contaba á la sazón poco más de once años, y que- ría locamente ásu Chacho, nombre cariñoso con que distinguía al mayor de sus hermanos, el cual era por otra parte muy digno del cariño que la chiquilla le pro- fesaba. El tuyo siempre para su hermana una ternura casi maternal: no salía una vez al campo, que no le tra- jera á la niña un pájaro Ó6 una flor; ni hacia un viaje 4 Cádiz 6 á Sevilla, sin que le llevara de regreso un ju- guete, algunos dulces, un librito, preciosas estampas, 6 algo que la llenara de gozo y contento. / Poníase Caridad tan alegre con su regalo, que salta- ba de júbilo, y no paraba hasta colgarse del cuello de su hermano y pagarle con mimos y caricias infantiles el obsequio recibido, asegurándole que, cuando fuera ma- » Yor,los primeros bordados y labores que hiciera serían para él. Con estas escenas de fraternal cariño estaba siem- pre la casa de la señá Andrea llena de alegría; pero esta alegría se iba convirtiendo en tristeza, 4 medida que Pe- dro se acercaba á lu edad de entrar en quintas. Llegó
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